La diferencia de tiempo entre hacer las cosas bien y hacerlas mal, en ocasiones es mínima. Pero de nada sirve hacer un buen trabajo si no se le pone el famoso «perejil» para rematarlo.
Y es que no es grato que un paciente llegue a tu consulta con un dolor después de haber sido sometido a un tratamiento reciente por un compañero y comprobar que la causa de ese dolor es muy simple de resolver y que tenía que haber sido vista y corregida antes de colocar el tratamiento en boca del paciente.
No cuesta nada.